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domingo, 15 de noviembre de 2009

Mi Primera Vez

Quien afirme que la naturaleza es sabia, no sabe lo que dice. Salvo casos muy excepcionales, en la adolescencia, cuando uno tiene el pene parado todo el tiempo, no tiene donde meterlo, ni puede hacer con él más cosa que sacudírselo enérgica o suavemente, según el gusto y el momento, pensando en cuanta chica conoce.Naturalmente, ese fue mi caso, al menos hasta que cumplí 18, cuando una serie de circunstancias afortunadas, que aquí relataré, me permitieron cambiar de suerte, y todo, gracias al impenitente vicio de la lectura: quien crea que leer no trae nada bueno, que siga estas líneas.

Una de las coprotagonistas más recurrentes de mis pajas y fantasías era Mariana, una amiga de mi madre, que cuando la conocí, dos años antes de los hechos aquí narrados, tendría unos 35 años y estaba divorciándose de un profesor de la Estatal. Tenía tres hijos, el mayor de los cuales, Alejandro, tendría seis o siete años; y luego, en fila, separados por un año, Luisa y Juan Carlos.

Era profesora de física en un colegio y no la estaba pasando muy bien. Como mi mamá es su gran amiga, más de una vez me quedé en su casa a cuidar a sus hijos, y soñaba y soñaba que algún día me pagaba, y no precisamente con dinero, pero durante dos años no pasó nada, aunque más de una vez me quedé a cenar con ella, cuando llegaba a su casa… con ella y los niños, dicho sea de paso.

Soñaba con ella porque era verdaderamente guapa, o al menos, tal me parecía. Algunos viernes o sábados, aunque no muy frecuentemente, yo le cuidaba a los niños hasta tarde, y me quedaba a dormir en el sofá de la sala. Eran esos días, por supuesto, los que más soñaba.No era muy alta, pero sí delgada y con todo puesto, y muy bien, en su sitio, pero lo que más me gustaba de ella era su cara. De hecho, siempre me he fijado más en las caras, o primero en las caras, las expresiones, los ojos de las chicas. Si hay algo que me atraiga es eso. Y no voy a describirla porque cada lector podrá imaginarla a su gusto.
En fin, esa relación de niñero-amiga de la madre, que
no llevaría a ningún lado, cambió en el 2007 cuando partidarios de Correa visitaron el barrio. Unos días antes, algunos militantes de ALIANZA PAIS se dieron a la engorrosa tarea de visitar personalmente a cuantos, en los alrededores, hubiesen alguna vez participado en cualquier grupo o acto de izquierdas, y mi madre era de esas, pero no se involucró ella, sino yo, y ahí estuve, pegando carteles de Correa y volanteando en compañía de Mariana y dos o tres más

Fue entonces que cayó en mis manos el libro que me permitió pasar de la fantasía a la realidad. Ahora, soy lector consumado de novelas erótica y en una descolgada me encontré En Brazos de la Mujer Madura, de S. Viczencey (creo que así se escribe, y si no, ni modo, esos húngaros de nombre impronunciable). Más tardé en leerlo que en decidir que seguiría el ejemplo del protagonista, seguro como estaba de que Mariana jamás lo habría leído (de lo contrario, mi actuación sería más bien ridícula). Esperaría el primer momento y lo haría.

Tuve, con todo, que esperar casi dos semanas. Por fin, un sábado ella me pidió que le cuidara a sus niños. Como otras veces, llegó tarde, pero esta vez, yo la esperaba despierto. Para mi era obvio que había estado con un hombre, incluso hasta sospechaba con quien (luego lo confirmé), pero me dio igual, lo cual fue bueno porque, como supe después, favoreció mis avances. Bueno, al llegar y verme despierto se extrañó y me saludó. Yo estaba agarrotado de miedo pero perfectamente decidido y finalmente se lo dije: “Mariana, tengo que decirte algo”. Volteó a verme, y le solté: “He decidido que si esta noche no te pido que hagas el amor conmigo, me suicido”. La mirada se le ensombreció y dijo: “¿o sea que quieres hacerme culpable de tu muerte?” “No –le dije-. Me suicido si no te lo digo. Como lo he dicho, ya no es necesario”. Mariana, no lo he dicho, llevaba una minifalda naranja, blusa y medias negras. Me miró largo y, sin agua va, se acercó a mí. “¿Has besado a alguna chica?” Preguntó. Yo contesté que no, nunca. Lo primero, entonces, fue el beso, el largo beso que ella, que sobre los tacones era casi de mi estatura, empezó a darme.

Empezó mordisqueándome los labios y luego introdujo su lengua en mi boca, mientras sus manos recorrían mi espalda. Yo, que a falta de práctica tenía una profunda teoría (como D´Artagnan antes de su primer duelo), solo atiné a tomarla de la cintura, pero eso bastó para que la verga se pusiera a mil.No lo creía: ¡estaba pasando! Ella, como me contó días después, había estado bailando con Alberto, tambien profesor de la Estatal donde trabajaban el ex marido de Mariana y mi madre, un hombre de cerca de 40 años, alto y sin duda, mucho más guapo que yo. Mariana y Alberto habían estado saliendo, pero parecía que al individuo este no le daba la raza con ella.

Ella se había tomado unas copas, no muchas, y Alberto la excitaba, pero no se había atrevido a nada, y llegó a su casa con sentimientos encontrados. Luego me dijo que, de todos modos, lo habría hecho conmigo, pero que el alcohol que traía le ayudó a no pensarlo.
En fin, me fue llevando a su recámara, que cerró con seguro. Iba a apagar la luz, pero ya entrados en calor le pedí que no lo hiciera. “¿quieres verme?”, preguntó. Asentí con la cabeza, y ella dijo: “desnúdate tú primero y acuéstate”… empezaban las órdenes, que serían muchas esa noche.Acostado, la miraba. Se sacó los zapatos y las medias, la blusa. Tenía un sosten pequeñito, que dejaba al descubierto más de lo que cubría, y se lo quitó, quedando sólo en minifalda. No lo hizo con mucho preambulo, sino con una naturalidad aún menos soportable.

Entonces dio una segunda orden: “mastúrbate”, me miró vio un poco dudoso y dijo: “hazlo, o te vendrás sin sentirme, ya, mírame”. Me empecé a masturbar mientras ella metía la mano bajo su falda y empezaba a moverla. Yo no podía concentrarme en lo que hacía, así que se acercó y dijo: “espera, voy a ayudarte”. Más tardó en tocarme que yo en venirme.

Me tiró una toalla y ordenó: “límpiate”. Lo hice, mientras ella seguía parada, al pie de la cama, con las tetas al aire y tocándose por debajo de la falda. Me ordenó entonces cerrar los ojos y dijo: “piensa en otra cosa, hasta que se baje entera”.No se si lo logré, ni se cuanto tiempo estuve tirado de espaldas, con los brazos en cruz, y tratando infructuosamente de contar ovejitas, lo cierto es que de pronto sentí que con la mano tomaba suavemente mi pene, que de media erección pasó inmediatamente a estar a sus ordenes.

Ordenó otra vez: “no te muevas”, mientras sentía cómo agarraba más firmemente el miembro, y, de pronto, por fin, empezó a entrar en su vagina… entró de golpe, deslizándose suavemente.Muchas… no, muchas no, pero sí he tenido otras mujeres, suficientes, y pocas veces, muy pocas, ha estado tan lubricada y bien dispuesta una vagina como esa, primera e inolvidable ocasión.

Abrí los ojos. Ahí estaba, sentada sobre mi, yo dentro de ella. La tomé de la cintura acompañando su suave meneo, viendo como se balanceaban sus pequeños pechos al ritmo de la penetracion, su suave vaivén pene arriba y pene abajo. Le acaricié suavemente las nalgas. Ella entonces dejó de moverse y llevó su mano a su clítoris, frotándolo rápidamente, hasta que alcanzó su propio orgasmo.

Se acostó entonces a mi lado, y recargando su cabeza en mi hombro, dijo “estoy muy cansada”, y se dispuso a dormir. Yo pasé la noche en vela, saboreando lo que había pasado, acariciando sus senos, su cintura, viéndola dormir y también sufriendo el dolor creciente en el hombro.A la mañana siguiente, la despertó el ruido que hicieron sus hijos, desde temprano. Me pidió en voz baja que me escondiera y estuve en el baño hasta que salieron “a desayunar fuera”, les dijo ella, momento que aproveché para salir.

Esa tarde regresé a su casa, y en cuanto los niños no veían, me dio un largo y delicioso beso, y me dijo: “lo de anoche estuvo muy bien, pero ahora que ya no eres virgen, consiguete una novia, cuando la tengas podremos repetirlo mientras tanto no y no hablemos más”.


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1 comentario:

  1. hola, bienvenido.
    Gracias amigo por tu relato,
    nos gusto mucho a mi esposa y a mi,
    suena muy real y muy exitante...
    te añadi un par de fotos,
    espero no te moleste.
    saludos cordiales, y esperamos mas aportes,
    felicitaciones!!!!!
    Ricardo.

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Ricardo.