En sentido amplio el exhibicionismo es la inclinación de un individuo a exponerse en público de forma espontánea y excesiva, sin ajustarse a las normas sociales.
En sentido estricto, el exhibicionismo es el gusto del individuo por desnudar y mostrar los órganos genitales de forma impulsiva y gratuita. En la psicología moderna, el exhibicionismo durante la infancia o pubertad no es considerado una enfermedad. Sin embargo existe una seria discusión sobre si considerarlo una enfermedad en personas adultas.
Hasta hace algunos años se ha clasificado al exhibicionismo casi siempre como una "perversión psicosexual", a partir de esta denominación surge la pregunta de si el término "perversión" indica una enfermedad o si se trata simplemente de una preferencia sexual de una minoría. En todo caso, el término "perversión" ya no es aplicable si hablamos del exhibicionismo como un aspecto que enriquece y forma parte normal de la vida sexual del individuo.
Muchos sugieren que los criterios para considerar al exhibicionismo una patología no dependen directamente del gusto general por exhibir los genitales, sino más bien de la medida en que este fenómeno afecta a algunos aspectos de la vida normal del individuo, como por ejemplo la autoaceptación o el apartamiento de la sociedad.
Prescindiendo de la “agresión ética”, los exhibicionistas no constituyen, por regla general, ninguna amenaza; por el contrario, la mayoría reaccionan de forma insegura y se dan a la fuga cuando su oferta es correspondida. En algunos países el exhibicionismo es considerado un delito contra la libertad sexual. Cabe preguntarse si esto no limita la libertad sexual del exhibicionista, si podemos considerar al exhibicionismo como una "opción sexual".
Según sostienen muchos investigadores modernos, un "tratamiento" del exhibicionista debe tener como fin quitar el sentimiento de culpa característico luego del acto exhibicionista. Se trata de eliminar complejos de inferioridad causados por un excesivo juicio social, y no de quitar el gusto por la exhibición de los genitales (esto sería comparable con tratar de quitarle a un homosexual la atracción por gente del mismo sexo).
Lograr controlar la exhibición como acto impulsivo para convertirlo en un enriquecimiento de la vida sexual (exhibirse con el previo consentimiento del expectador) es la meta más razonable que un exhibicionista puede fijarse.
En algunos exhibicionistas, el deseo de mostrarse se acentúa cuando no existe una actividad sexual (coito) regularmente. Así mismo, pueden existir grandes lapsos de tiempo en que éste no necesite exhibirse, que en muchos casos se deben a que el exhibicionista mantiene relaciones sexuales con regularidad. Otro factor regula la frecuencia del deseo exhibicionista es la presencia de episodios depresivos. Está claro que una vida con actividades diversas tanto el lo laboral como en lo privado permite incorporar al exibicionismo como una faceta más de la que no hay por qué avergonzarse.
En el campo social, se debe lograr redefinir la expresión, que de una "patología" pase a convertirse en una opción sexual. Algunos deducen que el carácter impulsivo del acto exhibicionista puede ser una consecuencia de la represión causada por el juicio de la sociedad. Muchos exhibicionistas se encierran y ocultan su condición incluso a sus seres más cercanos. Parece coherente que debido este encierre y represión puedan presentarse luego conflictos de personalidad, inseguridad, depresiones, compulsiones. Se forma así un círculo vicioso. Por este motivo se recomienda hablar abiertamente sobre la condición exhibicionista, y que este deje de ser un tema tabú en la sociedad.
La tendencia mundial es a la aceptación del desnudo. Ya casi en todas las playas el uso de tanga o el topless son admitidos. En Barcelona no es delito andar desnudo en la calle. Los grupos masculinistas se han quejado de la existencia de un sesgo de género, según el cual el exhibicionismo masculino se ve como un "crimen" y el femenino como un "derecho"
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Ricardo.