En la cama, sucumbíamos al apetito voraz de nuestros cuerpos, me excitaba verlo pasear desnudo por la habitación, con su virilidad enorme danzando al aire cual péndulo de mis horas, un báculo increíble que mecía con gracia y desparpajo... a cambio su única exigencia para satisfacer mis más secretos deseos
Era muy metódico, el más metódico de cuantos he conocido; no sé si por esa razón lo suyo era pura técnica convertida en arte, pero lo cierto es que, cuando se encerraba entre mis muslos... el cielo desaparecía entre mis piernas, para construir allí un nuevo paraíso.
A el también le encantaba verme desnuda, le gustaba verme danzar ritmos que encadenaban mis caderas con mi cintura en contoneos que a sus ojos resultaban hasta místicos, le excitaba el vaivén rítmico de mis pechos, ese dulce gondoleo en todas direcciones
Yo, siempre obediente y sumisa hasta la saciedad, iba deshaciendo los nudos, los botones, las cremalleras que anudaban mi cuerpo, eso sí, despacito, muy despacito, para que no se perdiera detalle, y de puntillas, agitar mis pechos, apretarlos entre mis brazos, ofrecérselos cual apetitosos manjares en bandeja canela, sacudirlos... y …..
Era capaz de colarse entre mis piernas abiertas y allí mismo empezar a hundirse en mis entrañas. Me recorría inventando ángulos que yo desconocía, sujetándome con sus manos las nalgas, , para que ni uno solo de mis cimbreos le hiciera perder la compostura, y allí abajo, protegido por las dos columnas que mis piernas le ofrecían, investigaba, diluía su saliva entre mi flujo, cada vez más abundante, de las paredes de mis labios arrancaba sacudidas que repartía por igual, succionaba con fervor el pequeño tesoro escondido entre mis pliegues hasta hacerlo crecer a dimensiones desconocidas, ahondaba hasta lo más profundo de mis entrañas, penetrando con una firmeza increíble para una lengua gelatinosa y escurridiza
Pero entonces, tal vez no en la primera sacudida, no en ese anuncio de orgasmo, cuando todo tu cuerpo es sensible y tembloroso, cuando a la piel electrizada le basta un simple roce...
Era muy metódico, el más metódico de cuantos he conocido; no sé si por esa razón lo suyo era pura técnica convertida en arte, pero lo cierto es que, cuando se encerraba entre mis muslos... el cielo desaparecía entre mis piernas, para construir allí un nuevo paraíso.
A el también le encantaba verme desnuda, le gustaba verme danzar ritmos que encadenaban mis caderas con mi cintura en contoneos que a sus ojos resultaban hasta místicos, le excitaba el vaivén rítmico de mis pechos, ese dulce gondoleo en todas direcciones
Yo, siempre obediente y sumisa hasta la saciedad, iba deshaciendo los nudos, los botones, las cremalleras que anudaban mi cuerpo, eso sí, despacito, muy despacito, para que no se perdiera detalle, y de puntillas, agitar mis pechos, apretarlos entre mis brazos, ofrecérselos cual apetitosos manjares en bandeja canela, sacudirlos... y …..
Era capaz de colarse entre mis piernas abiertas y allí mismo empezar a hundirse en mis entrañas. Me recorría inventando ángulos que yo desconocía, sujetándome con sus manos las nalgas, , para que ni uno solo de mis cimbreos le hiciera perder la compostura, y allí abajo, protegido por las dos columnas que mis piernas le ofrecían, investigaba, diluía su saliva entre mi flujo, cada vez más abundante, de las paredes de mis labios arrancaba sacudidas que repartía por igual, succionaba con fervor el pequeño tesoro escondido entre mis pliegues hasta hacerlo crecer a dimensiones desconocidas, ahondaba hasta lo más profundo de mis entrañas, penetrando con una firmeza increíble para una lengua gelatinosa y escurridiza
Pero entonces, tal vez no en la primera sacudida, no en ese anuncio de orgasmo, cuando todo tu cuerpo es sensible y tembloroso, cuando a la piel electrizada le basta un simple roce...
MUY RICO RELATO.....
ResponderEliminarSIMPLE...
DIRECTO...
GRACIAS....
ME CALENTO...