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miércoles, 6 de mayo de 2009

sexo


El avance de la mujer en el espacio público, en el trabajo, en el dominio de su cuerpo y el permiso para el placer sexual, ¿cómo impactó y sigue impactando en la sexualidad de varones y mujeres?

Juan Carlos Kusnetzoff. Para mí el avance de la mujer en relación a su vínculo con el varón se ve más que nada en cierta feminización de los varones. Cuando digo feminización no hablo de homosexualidad. Me refiero a que ciertos rasgos típicos de la mujer ahora están presentes en el varón. Si antes en una columna estaba el macho, ahora en otra está la transformación de ese macho en un hombre. En alguien que tiene afectos, sentimientos, que puede expresarlos y eso modula toda su vida, particularmente, su vida sexual.

Alcira Camillucci. En las mujeres también pasó esto. Cuando salimos del ámbito privado al mundo laboral también se nos identificó con una imagen masculina. Desde lo estético, de la vestimenta hasta cómo teníamos que actuar y mandar en el trabajo. Pero la mujer ya se transformó y hoy tenemos empresarias, políticas, que son muy femeninas. Encontramos la síntesis. Creo que los varones están en ese proceso: salieron de la posición de macho, de protector, proveedor, agresivo, y están encontrando esos aspectos culturalmente femeninos: la ternura, la expresión de las emociones, la vulnerabilidad. Este cambio le cuesta al hombre y también a la mujer.

Pero, ¿cómo incide, cómo afecta a la vida sexual de una pareja?

Andrés Flichman. Y sí, la sexualidad hay que verla en un contexto histórico, social, político. Por ejemplo, siempre me ha impresionado el cambio frente a la eyaculación precoz, un motivo de consulta muy frecuente. Cuando Alfred Kinsey hizo su famoso informe sobre la sexualidad del varón en el año 48, definió al hombre eyaculador precoz como muy potente. Y dijo que si en la naturaleza, el animal macho lo hace rápidamente, por qué no tomar a la eyaculación precoz como un signo de potencia. En la medida que va cambiando el reclamo de placer sexual de la mujer, ese hombre macho, potente, es el que empieza a golpear los consultorios de los sexólogos.

¿Entonces cuando la mujer pasó de objeto a sujeto sexual el varón se complicó?

Camillucci. Históricamente para el varón el sexo fue siempre una cuestión de aventura y de poder.

Diana Resnicoff. Recordemos que así como las mujeres no somos una vulva, ellos tampoco son un pene. Si los varones pudieran entenderlo, estarían más aliviados. Si dijeran "hoy no tengo ganas", se sacarían una mochila pesada. ¿Cuántas disfunciones hemos visto producto de esta mochila que carga el varón? Yo a los varones los veo angustiados. Pienso en los nombres que les ponen desde los medios "metrosexual", "vitalsexual", "tecnosexual". Y pregunto por qué siempre están adosados a la palabra sexual, a la idea de pene erecto.

Si hablamos de los medios, ¿qué pasa con el sexo cibernético? ¿Están recibiendo consultas de hombres que se vuelven adictos al sexo virtual?

Camillucci. Sí, y lo dicen sus mujeres. Hay muchos hombres que entran a las páginas pornográficas y se quedan hasta las tres, cuatro de la mañana, o que están chateando hasta tarde con otras u otros, nunca se sabe. Y la mujer se siente descuidada, no van a la cama juntos. Hay muchos celos.

Kusnetzoff. Trae situaciones de conflicto en las parejas. Si uno compara el sexo virtual con la situación de ver una película pornográfica, en este último caso generalmente uno está al lado de su compañera, hay cercanía física. En cambio, el sexo cibernético es algo individual, la compañera está lejos. No sé cómo puede manejar esta situación una pareja. Y la adicción al sexo virtual es muy fuerte y muy difícil de superar.

Flichman. Es cierto. El sexo virtual atrae mucho porque es muy accesible, económico y visual. Y los hombres se han formado visualmente en la sexualidad. Las mujeres, en cambio, son más táctiles. Yo tuve en el consultorio tres o cuatro casos y realmente son bastante complejos. Hay una cuestión muy ligada a lo adictivo que es difícil de trabajar. Puede estar motivado por un problema de pareja o no. A veces la pareja funciona bien y el hombre busca eso en algún momento. Y hay celos porque la mujer suele identificarlo con una infidelidad. Yo no lo considero una infidelidad.

Kusnetzoff. Se trata de una situación en la que la mujer queda completamente excluida. Es algo que duele mucho. A lo mejor no es una infidelidad, pero seguro se lastima al otro al excluirlo.

Resnicoff. A mí me preocupa cómo se han instalado estas nuevas modalidades. Esto conduce a una deshumanización del erotismo. Hay muchas cosas que hacen al encuentro con el otro que quedan descartadas en el sexo virtual: el contacto piel a piel, los olores, los sabores. Todo lo sensorial queda desvirtuado. Espero que no se inventen computadoras que emitan olores.

Camillucci. Pero ahí hay una diferencia entre varones y mujeres. Lo sensorial es más femenino. Si vemos las novedades sexuales, para llamarlas de alguna manera, son más del mundo masculino: el sexo virtual, el consumo de travestis, las reuniones swingers. Es el varón, en general, el que impulsa a su mujer a tener encuentros swingers.

¿En sus consultorios encuentran cada vez más pacientes bisexuales? ¿Hay un aumento de la bisexualidad, hay más permiso para cierta ambigüedad sexual?

Resnicoff. En estos últimos años he tenido muchas consultas de mujeres que tuvieron experiencias con mujeres y que les gustó. Es algo que hoy se escucha. Mujeres que abiertamente consultan porque quieren ver y hasta buscan en la consulta un permiso para estar con otra mujer.

Camillucci. Sí, coincido que las mujeres jóvenes se dan más permiso en explorar relaciones con otras mujeres. Y no tienen tanto conflicto como los hombres.

Hace poco en una nota se dijo que el hombre goza más del sexo a los 50. Bajo el peso de los prejuicios y los estereotipos, ¿cuál sería la pareja ideal, la mejor combinación para el placer de acuerdo a las edades?

Resnicoff. Hoy una mujer de 50 años lo que quiere es un varón, no importa si tiene dos años más, diez años más o diez menos. Quiere un compañero, que la relación no se reduzca a tener sexo. Pueden haber hermosos encuentros pero apunta a la calidad. Los varones y mujeres no somos máquinas de orgasmar y eyacular. Yo apunto a humanizar el erotismo.

Camillucci. Sí, ya no hay fórmulas. Si ella tiene 50 y él tiene 30, si ella tiene 23 y él 48, si se encuentran y se entienden...

Kusnetzoff. Mi mujer siempre dice que la mejor pareja, la mejor situación es la de amante. Porque no hay demasiado compromiso, hay un momento, dos, tres, cuatro horas. Uno se encuentra, disfruta, habla o no. Y después, chau. Hasta la próxima.

¿Entonces, definitivamente, la convivencia provoca el fin de la pasión sexual de la pareja?

Flichman. Sí, la cotidianidad pulveriza el deseo. Pero eso no es un problema, es así.

Resnicoff. Hay que tomarse vacaciones de la pareja cada tanto.

Camillucci. No hay fórmulas.

De acuerdo a una encuesta que se hizo en Francia ahora el cliente consumidor de prostitución es un hombre casado o en pareja de 35 a 50 años, según cuenta en una nota reciente el psicoanalista Juan Carlos Volnovich. Ya no es ni el chico adolescente ni el hombre mayor. En la Argentina, ¿pasa lo mismo? ¿Ustedes qué opinan?

Camillucci. Sí, el perfil de cliente ahora es un hombre casado. Algunos prefieren una prostituta porque obtienen lo que quieren en el momento sin dedicarle demasiado tiempo. Es una descarga, una "pasadita". Otros prefieren no tener una amante porque significa un compromiso, pueden encontrarse frente a una situación conflictiva y una mujer paga es más simple. Los hombres solteros, en cambio, tienen compañeras, amigas disponibles. Es otra cosa.

Resnicoff. Yo lo veo en gente muy vip, digamos, poderosa. Veo muchos parafílicos que acuden a la prostitución para satisfacer cierta práctica: masoquismo, por ejemplo. Van específicamente a buscar eso y no quieren compartirlo con su pareja. Lo sienten como algo divertido y punto.

Kusnetzoff. A mí lo que me llama mucho la atención es lo que veo en las calles de Buenos Aires. Los travestis y los transexuales. Los hombres que contratan a travestis son homosexuales, no nos engañemos. Porque la relación sexual en sí es con un hombre. Es alguien que se levanta a una mujer sabiendo que no lo es.

Flichman. Pero la ambigüedad no necesariamente significa homosexualidad. Puede haber rasgos parafílicos, por ejemplo, excitarse con algún aspecto recortado de esa relación. Pero si bien la relación es homosexual, eso no significa que la persona que participa sea homosexual. No lo veo así.

¿Qué les parece el sexo tántrico? ¿Es una moda? Hay programas de televisión, libros, cursos, talleres, notas en las revistas.

Kusnetzoff. El sexo tántrico sirve para vender libros. Hay que ser oriental. Nació en un momento histórico porque no había métodos anticonceptivos.

Resnicoff. Puede enseñar algo... Y para los orientales debe ser fantástico, pero es otra cultura.

Kusnetzoff. La clave en el encuentro sexual es la respiración. Concentrarse en la respiración que es como pensar en fútbol o en cualquier cosa cuando uno está con su compañera (risas).

Carmillucci. A veces el exceso de información hace que uno no se conozca. El mandato "tengo que hacer" frena la conexión con uno mismo y con la pareja.

El tantra enseña, entre otras cosas, a postergar el orgasmo para extender el encuentro. ¿Pueden los varones tener orgasmos sin eyacular?

Kusnetzoff. Sí. Si un hombre tiene sexo tres o cuatro veces en una noche, la última vez es probable que no expulse semen. Hay orgasmo sin eyaculación.

Pero para ellos orgasmo es sinónimo de eyaculación, ¿o no?

Resnicoff. Es cierto. No lo saben, no están informados.

Flichman. Probablemente, no saben que pueden tener orgasmo sin eyacular porque no es una situación que se da con asiduidad. De cualquier modo, ¿qué importancia tiene que lo sepan?

Resnicoff. ¿Cómo qué importancia? Para que no se angustien.

Flichman. Mirá, el tipo que puede hacerlo cuatro veces una noche y se angustia por eso, de verdad, es un tarado (risas).

Resnicoff. Hay desinformación. Yo sostengo que, más allá de la eyaculación y del orgasmo, hay una palabra grande: pla-cer (lo dice separando las sílabas). Y el placer muchas veces no tiene que ver con la eyaculación. ¿Cuántos varones eyaculan y dicen "ah, y ahora qué, con quién estoy?"

¿Entonces?

Flichman. Hay que bajar la exigencia. Vivimos en una cultura de la información que le pone a la sexualidad una exigencia enloquecedora. Eso es parte del problema y lo que lleva a la gente muchas veces a consultar a un especialista. Lo importante es saber que un varón puede no andar bien sexualmente un día y tiene otra chance al día siguiente o a la semana siguiente. No es más o menos hombre porque las cosas no le salgan como dicen o como le enseñan en la tele.

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