En mi cocina ......
A veces pasa, mientras cocino, que mis manos se mueven mecánicamente, removiendo el guiso, y la mente se me pierde en los laberintos de mi imaginación.
Y entonces pienso en ti, que llegas por detrás para abrazarme suave y besar mi nuca. Pasas una mano por mi cintura y con la otra me retiras el cabello, tan delicadamente que, antes de sentir tus labios, ya me estremecen las yemas de tus dedos.
Y comenzamos un suave baile contrapuesto, yo de espaldas a ti y tú frente a mi espalda, vaivén acompasado sin miradas cruzadas, pues yo vigilo la olla y tú, quién sabe si andarás espiando tras la curva de mi cuello.
Aún así, sin mirarme, me diriges con esa mano que abandonaste sobre mi ombligo, moviendo nuestras caderas a derecha e izquierda, y me besas, bajando del cuello al hombro y vuelta a subir.
Y siento que cambias el paso para rozarte contra mí, y esa mano abandonada, que dejó atrás mi vientre y ya pasea indiscreta sobre mi pecho, cobra vida, atrayéndome hacia ti, mientras tu cuerpo me empuja sobre la encimera.
Se diría que quieres atravesarme con tus envites, se diría incluso que quieres herirme, porque tus besos ahora muerden, tus manos pellizcan y la dulzura de tus palabras se ha tornado urgencia. Un “te deseo” resuena en mi cabeza y me estremece.
Entonces tomo aire, suspiro y, de pie, tal cual estoy, acaricio mi tobillo izquierdo con el empeine de mi pie derecho. Todo se difumina, la olla borbotea, y sonriendo, vuelvo a remover el guiso, en mi cocina.
A veces pasa, mientras cocino, que mis manos se mueven mecánicamente, removiendo el guiso, y la mente se me pierde en los laberintos de mi imaginación.
Y entonces pienso en ti, que llegas por detrás para abrazarme suave y besar mi nuca. Pasas una mano por mi cintura y con la otra me retiras el cabello, tan delicadamente que, antes de sentir tus labios, ya me estremecen las yemas de tus dedos.
Y comenzamos un suave baile contrapuesto, yo de espaldas a ti y tú frente a mi espalda, vaivén acompasado sin miradas cruzadas, pues yo vigilo la olla y tú, quién sabe si andarás espiando tras la curva de mi cuello.
Aún así, sin mirarme, me diriges con esa mano que abandonaste sobre mi ombligo, moviendo nuestras caderas a derecha e izquierda, y me besas, bajando del cuello al hombro y vuelta a subir.
Y siento que cambias el paso para rozarte contra mí, y esa mano abandonada, que dejó atrás mi vientre y ya pasea indiscreta sobre mi pecho, cobra vida, atrayéndome hacia ti, mientras tu cuerpo me empuja sobre la encimera.
Se diría que quieres atravesarme con tus envites, se diría incluso que quieres herirme, porque tus besos ahora muerden, tus manos pellizcan y la dulzura de tus palabras se ha tornado urgencia. Un “te deseo” resuena en mi cabeza y me estremece.
Entonces tomo aire, suspiro y, de pie, tal cual estoy, acaricio mi tobillo izquierdo con el empeine de mi pie derecho. Todo se difumina, la olla borbotea, y sonriendo, vuelvo a remover el guiso, en mi cocina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
HOLA.... nos encantara recibir tus comentarios,
solo te pedimos cultura, y respeto a la opinion del resto de participantes.
Ricardo.