Él temblaba como un niño cuando me preguntó, entre bromas, si podríamos hacer el amor en diez minutos. Yo lo veía ahí junto a mí, tan excitado, inseguro y asustado, mirando el reloj, sabiendo que se marcharía en un cuarto de hora y de nuevo, se llevaría intacto su eterno deseo.
Siempre .....sucedía igual. Tomábamos una copa antes de ....
Siempre .....sucedía igual. Tomábamos una copa antes de ....
Charlábamos en el sofá, me contaba cuanto me había echado de menos y me hablaba de lo feliz que era a mi lado. Mientras, con esa delicadeza tan suya, me acariciaba la cara, me besaba los párpados, me repasaba el talle arriba y abajo y su voz se tornaba susurro a medida que la apetencia carnal emergía por pura fricción. Estando ya juntos, pegados rostro con rostro, besándonos y sintiéndonos, el bit bit de su reloj alarma nos devolvía a la realidad, y con ella, traía la evidencia invariable de que debía marchase a su casa, con su esposa......
De nuevo esa situación de amor contenido se repetía, pero hoy, por puro desvarío del destino, disponíamos de diez minutos más. Él me lo hizo saber con una docilidad y timidez tal que yo, que tanto lo quería y me importaba su complacencia, no dudé en darle lo que a mi modesto entender de amante amiga me pedía.
Por eso me despoje de todo ...sin más preámbulos y me senté en sus rodillas, abrazándome a su cuello, ........ Y respondí a sus suspiros abriendo su camisa y lamiendo con dedicación su pecho. Después, cuando hizo lo propio con el mío, lo acuné en mi regazo, le amamanté como a un niño y deslicé mi mano en su entrepierna. Aún me sobraron unos minutos para desabrochar con destreza su pantalón y llevarlo de la mano casi al vértice del placer, gimiendo y retorciéndose entre mis brazos, más como un león que como un hombre.......
Por eso me despoje de todo ...sin más preámbulos y me senté en sus rodillas, abrazándome a su cuello, ........ Y respondí a sus suspiros abriendo su camisa y lamiendo con dedicación su pecho. Después, cuando hizo lo propio con el mío, lo acuné en mi regazo, le amamanté como a un niño y deslicé mi mano en su entrepierna. Aún me sobraron unos minutos para desabrochar con destreza su pantalón y llevarlo de la mano casi al vértice del placer, gimiendo y retorciéndose entre mis brazos, más como un león que como un hombre.......
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Ricardo.