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miércoles, 13 de enero de 2010

SATISFECHA


Era demasiado interesante para dejarlo pasar, este macho deseaba explorar más, de fantasías ocultas era esta alma que empezaba a desnudarse prístina y pausadamente frente a mis ojos.

Yo, una hembra de extraño vivir, de solitaria espera que vendría a despertar mis más ocultos deseos de cariño, pasión y lujuria. De un salvaje aspecto me presenté, misteriosa como una gata en celo, dominante y dominada, puta y santa, madre y amante.

Observo a mi hombre, como joven impetuoso quiere tomarme, pero los invitados esa noche aún compartían en la mesa, nos encontrábamos ansiosos de que se fuesen, ya era demasiado tarde y pensar en seguir compartiéndolo me hacía sentir incómoda. Había mezclado licor en mi cuerpo y estaba un poco mareada, me fui tranquilamente a su pieza para descansar y que esto se me pasase.

Así fue, en pocos minutos estaba bien , me senté a su lado, esperando el final de esa convivencia, bastante atropellada, debo decir. Recién a las cuatro de la madrugada se fueron, por fin quedamos solos. Mientras se despedían yo me fui al cuarto, a esperar a mi hombre, cuando sentí que la puerta se cerró con firmeza, escuché sus pasos acercarse, mi corazón latía tan fuerte que me deje reposar en la cama, cerré mis ojos y me dejé acariciar por esas anchas manos, que lentamente se deslizaban por mis senos, apretándolos con deseo.

Me abrió la camisa, desnudo mis pechos y los hizo dentro de su boca, como un animal me mordió esa carne canela de duro sentir, gemí de placer, cuando de improviso siento que me despoja con fuerza de mis pantalones, jala mis pantaletas y sin perder tiempo estaba entre mis piernas, besando esa delicada y caliente zona de placer, sentía como su lengua se deslizaba suciamente por mis labios húmedos de deseo, mi cuello y mi torso se curvaba de placer, que una dulce melodía de quejidos comenzaron a salir de mi boca una y otra vez. Con fuerza me deslizó por su cama y me dejó en el centro de esta, vi como su rostro estaba en mi entrepierna y mi cara en la suya.

Saboreé su ardiente y duro pedazo de carne que se asía con fuerza dentro de mi boca, lo cogí con mis manos y sentí que estaba tan ancho y duro que sabía que esa noche iba a ser diferente. Con fuerza me tomo del pelo, que mi cuello quedó descubierto, largo y sudoroso entregado a su lengua, me dio vuelta y quedé con mi espalda hacia arriba, sentía que sus manos comenzaban a abrir mis piernas y como verdaderos animales quedamos en posición de amarnos largamente. Sentía con dolor como su carne entraba en un lugar que nunca había experimentado placer, pero sus dedos comenzaron a frotar esa zona tan placentera para toda hembra, que hacían más fácil este nuevo encuentro.

Me levante y quedamos erguidos sin despegarnos, el seguía moviéndose con pasión, tome sus manos y las llevé a mis senos, los apretó con fuerza y dulzura que me hicieron sentir como bestia ansiosa. Lo tomé con fuerza y lo deje sobre la cama, recostado, excitado, indefenso, mío, solo mío, até sus manos con mi cinturón y las alcé. Con mi lengua comencé a recorrer su cuerpo, mordí esos pequeños pezones de hombre ardiente, y un quejido salió de su boca tan placentero que seguí viajando con mis labios su ser, tomé sus piernas y las abrí, quedando al descubierto completamente su fuerza de macho, volví a meter dentro de mi boca esa daga de carne, que endurecía cada vez más. C

omencé a subir con mi cuerpo hasta quedar frente a frente, lo observé como a una presa, cogí con mis manos su miembro y lo dejé dentro de mi húmeda feminidad y con delicadeza empecé a frotar su cuerpo con el mío, miraba sus ojos y se notaba ansioso de estar lo más dentro posible de mi. Esperaba el momento adecuado, torturaba con placer a ese hombre cuando de improviso me dejé caer con fuerza y sentí como penetró en mis carnes, un fuerte gemido salió de su boca que me inspiró cada vez más a realizar este movimiento inesperado de dejar entrar con ímpetu su dura tentación, lo hice una y otra vez, una y otra vez, y sentía con mas fuerza salir gemidos de sus labios, rápidamente comencé a entrar y salir sin despegarnos, lo tomé con fuerza del cuello y empecé a frotar mi cuerpo contra el suyo. Su pene estaba más grande y ancho, lo podía sentir dentro de mí como latía, mi estrechez le agradaba en demasía.

Respirábamos tan fuerte que se confundía con nuestros gemidos de goce, estaba tan delicioso ese subyugante encuentro, que no podía parar, sus quejidos cada vez mas fuertes me hicieron tapar su boca con la mía, pero seguí sin detenerme, penetraba con fuerza dentro de mi, hasta sentir que explotaba y dejaba caer un liquido adentro, dio grandes y fuertes quejidos de placer que me hicieron caer exhausta sobre su cuerpo pegajoso igual que el mío, cansados y liberados.

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Ricardo.