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jueves, 17 de septiembre de 2009

Mi prima

Hola amigos.... habiamos conversado en el chat sobre el tema de las primas.... y encontre este relato interesante... espero sea de su agrado... Ricardo.

Definitivamente. Los primeros encuentros de tipo sexual se dan en familia. Y es lógico ya que, a una edad temprana, digamos entre los 10 y los 15 sería muy dificil ( aunque no imposible) que se tuviera la habilidad y malicia para compartir algo tan privado con una persona extraña por el temor a ser delatado.

Por el contrario con una prima se encuentra uno en un nivel mas........de confianza. Además de que, si se tiene suerte (como yo la tuve), los juegos exploratorios tienen como origen la curiosidad de ambos promoviendo la compli
cidad se da paso a la confidencia absoluta.

En m
i caso también me inicié en los senderos sinuosos del placer sexual con una prima a la que visitaba durante mis vacaciones de verano en casa de mis abuelos. En una de esas vacaciones a la edad de 16 ( ella tenia 15 ) nos enfrascamos en un juego rudo mientras intentábamos ambos hacernos cosquillas mientras estábamos en su cama. Para no entrar mucho en detalle te diré que en pocos momentos ella quedó encima de mi y yo, para evitar que pudiera hacerme cosquillas, me las ingenié para que sus brazos quedaran sujetos entre mi cuerpo y el de ella mientras la rodeaba y sujetaba con mis brazos. De esta manera nuestros rostros quedaron bastante cerca y ella, ante la imposibilidad de seguir torturándome con las cosquillas, sacó su lengua y me lamía el rostro completo. Al principio yo me vi algo sorprendido y sentí hasta repulsión, pero las hormonas superaron a la razón y en menos de que se los cuento, ya tenia el palo bien duro.

Yo seguí el jugueteo devolviendo los lengüetazas hasta que entre mis labios sujeté su labio inferio
r. De allí en adelante nos invadió a ambos la calentura y, sin decir palabra, nos seguimos besando. Ella me acariciaba el rostro y el cabello y yo tenia mis manos en su culito redondito y duro. En esos momentos ambos vestíamos shorts, por lo que el contacto de mis manos en la piel de sus muslos era inevitable.

Estuvimos así algunos minutos hasta que escuchamos que alguien se acercaba a la habitación y no separamos y fingimos estar haciendo cualquier cosa. A partir de entonces buscábamos cualquier pretexto para estar juntos y seguir con nuestros jugueteos
y exploraciones, pero ya consientes de qué lo hacíamos con consentimiento mutuo.

Después de ese primer encuentro entre mi primita y yo nos las ingeniamos para seguir viéndonos en lugares ocultos y seguir con nuestras exploraciones. Para nuestra fortuna en esos tiempos mi prima vivía sola con mis abuelos pues sus padres se habían ido a probar fortuna en estados unidos. Yo visitaba la casa de mis abuelos durante las vacaciones escolares de verano en compaña de mis padres, así es que nos veíamos una vez al año...pero por 30 días. Y créeme: esos días los aprovechábamos al máximo.

Para cuando las vacaciones de verano del siguiente año llegaron yo ya tenía la voz mas gruesa y un leve bigote se empezaba a dibujar sobre mi labio superior. Todo lo que durante la adolescencia debía crecer lo estaba haciendo incluida mi verga que, para ese entonces, ya había adquirido bastante longitud y grosor. Ella también había crecido. No tanto como yo, pero lo había hecho. Después de todo ya había cumplido los 16 y sus facciones de niña poco a poco iban desapareciendo.

Sus pechos eran turgentes y pronosticaban que llegarían a ser de dimensión bastante considerable. Aún se vest
ía como niña, pero para mi gusto esto le favorecía ya que la redondez de sus caderas y lo duro de su culito se enmarcaba mejor por debajo de la tela apretada de sus prendas. Su cabello era largo. Largo y de un color castaño claro. Su boca era pequeña y de labios carnosos. Su cabello largo, sus labios carnosos y sus ojos dormilones me volvían loco. Sobre todo cuando, sin consentimiento de la abuela, osaba pintarse ojos y labios. La piel blanca de su rostro hacía que resaltaran más esos atributos.

Este verano del que les platico fui solo a casa de mis abuelos. Llegué al mediodía, que era la hora en que por lo regular los abuelos se encontraban disfrutando de la sombra de los añejos árboles frutales sentados en sus sillas mecedoras. Mi prima estaba sentada cerca de ellos en una banca vestida con jeans, zapatos tenis, una blusita estrecha y el largo cabello sujeto en una cola. Al verme cruzar la cerca se levantó y con paso firme pero sensual se acercó a mi, me abrazó y me dio un beso en la mejilla. Al abrazarla y sentir el calor de su cuerpo y sentir su aroma no lo pude evitar. Me detuve un momentos en su oído después de besar su mejilla y le dije lo hermosa que estaba. Solo me sonrió.

Después de darme la bienvenida se metió a su habitación y yo me quedé con los abuelos platica
ndo de una y mil cosas. Ya saben. Toda esa información clásica que hace feliz a los familiares mas viejos. Como una hora después de estar platicando con ellos, se levantaron y se despidieron por que tenían que acudir a un servicio funerario. Llegarían bastante noche, por lo que me encargaron que cuidara de la casa y, sobre todo, de mi primita.

Me dirigí al interior de la casa para instalarme en la habitación de siempre y, cuando iba pasando por la enorme puerta corrediza de cristal de la habitación de mi prima, se asomó y me pidió que me acercara. Su cabello estaba suelto y sus ojos y boca levemente pintados. Usaba un breve pantalón corto y, en lugar de zapatos tenis, unas sandalias descubiertas que permitían apreciar sus pequeños y delicados pies.

Al acercarme, con su mano pequeña sujetó mi mejilla y mirándome fijamente a los oj
os me preguntó que si me habría de bañar. Debo confesar que la pregunta combinada con la visión de su cuerpo ceñido por esas ropas sugerentes me hizo dudar en mi respuesta. Sin embargo le dije que lo haría en ese mismo momento si ella se metía conmigo a la ducha. Sonrió, se acercó aún mas a mi rostro y al besarme mordió mi labio inferior. Sentí un estremecimiento en todo mi cuerpo que culminó con una inmediata erección, tan intensa que casi era dolorosa.

De inmediato me dirigí a mi habitación donde quedar semidesnudo y tomar mis accesorios de baño no tomó mas de unos segundos. Mi sorpresa fue tan grande como grata al darme cuenta de que en la ducha ya se encontraba mi prima. Su cuerpo aún cubierto por la blusa y el shorts se traslucía bajo la tela mojada.
Cerré la puerta del baño y me metí junto a ella debajo del chorro de agua. Rodeó con sus brazos mi cuello y me plantó un beso intenso y delicioso mientras restregaba su cuerpo contra el mío.

Mi verga endurecida le quedaba a la altura de su ombligo y del roce de la piel de su vientre contra mi palo solo nos separaba la tela mojada de nuestras respectivas prendas. Metió su mano derecha debajo de la tela y rodeó la cabeza de mi verga palpitante. Mientras ella me apretaba la cabeza, yo escurría mis manos por debajo de su blusa para despojarla de ella. Al hacerlo quedaron a mi merced sus hermosos pechos aun en crecimiento.

Sus pezones estaban completamente erectos por la excitación y por el frió que aún reinaba en el cuarto de baño y que poco a poco el calor de nuestros cuerpo y el vapor del agua caliente iban desplazando. Sin demora mis labios chupaban uno y otro pezón mientras poco a poco iba sintiendo como sus caricias en mi verga me acercaba a mi eyaculación. La separé de mi y le di la vuelta quedando ella de frente a la regadera y con sus nalgas hacia mi. Con algo de desesperación y de un solo movimiento le bajé el short y el calzoncito de encaje dejando al descubierto sus hermosas nalgas blancas.

Las separé un poco y metí entre sus muslos mi verga por demás endurecida y mis piernas flaquearon al sentir la incomparable suavidad de los pelitos aun incipientes de su panochita calientita. Ella por instinto apretó los muslos y eso incrementó mis sensaciones de placer. Comencé un tímido mete y saca sin dejar de acariciar sus tetas. Ella gemía y se movía al unísono y nuestros cuerpos al chocar emitían chasquidos de humedad que ponían el ambiente aún más caliente.

Después de unos m
omentos saqué mi verga casi amoratada de entre sus muslos y, separando sus nalgas la coloqué entre ellas. Ella se agachó un poco y yo sentí en la base del tronco de mi verga el calor de su culito. Sentí mas inminente mi eyaculación. Me detuve unos momentos en esa posición y para distraer un poco mi atención, con una mano pellizcaba sus pezones mientras que con los dedos de la otra acariciaba los labios sobresalientes de su vagina procurando estimular su clítoris. Creo que lo estaba logrando por que poco a poco los gemidos de mi prima se hacían mas intensos y me decía con los dientes apretados palabras que apenas alcanzaba a entender. De pronto, su último gemido se hizo agudo y prolongado. En mi verga aun aprisionada por sus nalgas sentí los estremecimientos de su cuerpecito y al oír como me suplicaba que no dejara de acariciar su panochita, no pude mas y dejé escapar mi leche que se desparramó sobre su espalda.

Creo que en toda mi vida no he experimentado un momento mas erótico y placentero que el que en ese momento viví. Dos, tres y hasta cuatro veces mi verga descargo su leche. Ella seguí recargada contra la pared y su cuerpo temblaba presa aún de una larga serie de orgasmos menores.
Nos recuperamos del momento y la ayudé a bañarse cuidando que mi leche no llegara a su panochita. En esos tiempos lo último que nos convenía era un embarazo.

Nos divertimos mientras nos secábamos mutuamente y solo envueltos en nuestras respectivas toallas nos dirigimos a mi habitación. Allí nos tiramos sobre la cama y nos acariciábamos sin
pudor recordando y comentando lo que acababa de pasar. Ella me dijo entonces que, desde la primera vez que nos habíamos besado el año anterior, no había dejado de pensar en mi que se excitaba tan solo de imaginar como sería nuestro encuentro, aunque a veces dudaba que a mi me interesara aún seguir con nuestros jugueteos.

Me dijo también que durante todo el año anterior había aprendido algunas cosas que sus amigas uno o dos años mayores
que ella le platicaban y que le gustaría poner en práctica junto a mi. Yo no dije nada y solo la seguía acariciando. Ella se recostó completamente sobre su espalda y apoyó sus pies sobre el colchón separando sus piernas para sentir como mi mano cubrí completamente su panochita que poco a poco iba recuperando su humedad.

Ella me pidió que me detuviera por que esta vez no podría contenerse y me pediría que se lo metiera, aunque temía mucho la posibilidad del embarazo. La besé apasionadamente hurgando con mi lengua dentro de su boca, mordiendo sus labios y acariciando sus tetas frescas y juveniles. Le dije que no se preocupara. Que llegaría el momento en que lo haríamos sin peligro y que lo disfrutaríamos al máximo.
Durante ese verano ocurrieron muchas cosas mas, pero por mientras creo que con lo que les he contado es suficiente para darse una idea de la intensidad de los siguientes encuentros.



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1 comentario:

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Ricardo.